Se está desmoronando este muro de días que nos apartaba del codiciado encuentro con esa otra realidad apenas tangible. La lejanía en el tiempo es frustrante y al mismo tiempo supone una gran oportunidad para soñar encajando la fantasía en los retazos de realidad que más te convienen, creando una nueva realidad en la que todo parece que va a salir bien.
Ahora que la distancia empequeñece, también esa supuesta realidad flaquea y te deja ante la auténtica, que no tiene por qué ser tan amigable ni prometedora. Con todo, ese viaje hacia lo desconocido es un buen contrapunto a la tediosa rutina del verano que, afortunadamente, ya se acaba.
Sea lo que sea, venga lo que tenga que venir, al menos sabemos que no nos aburriremos.