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Nocturnos por Chamartín
Hace más de 30 años, allá por los noventa, un grupo de amigos y yo teníamos la manía de salir de casa a hacer fotos a los trenes. De aquella el teléfono servía para hablar a distancia y las cámaras fotográficas eran todas analógicas. Las reflex, que eran las buenas, abultaban y pesaban tanto que tenías que llevarlas colgando del cuello o en una mochila.
En las vacaciones aprovechábamos los viajes con la familia para ir a hacer fotos a sitios lejanos. El resto del año nos quedábamos en la ciudad y nos sacábamos un billete de cercanías para escapar un poco de casa a la caza de trenes interesantes.
Lo que buscábamos eran fotos irrepetibles… algún que otro tren especial o, con un poco de suerte, encontrábamos circulaciones con alguna locomotora o coches diferentes de lo que era habitual, a ser posible en lugares por los que normalmente no circulaban.
Aunque a veces te encontrabas gente con bastante nivel, de esos que viven por y para los trenes, especializados en pasar muchas horas en la vía para sacar fotos alucinantes, lo típico era que los trenes más raros salieran a tu encuentro un día cualquiera por pura suerte.
Cuantas más veces saliéramos a hacer las fotos, más probable era tener esa suerte.
Una de las sesiones de fotos más entretenidas que podías hacer eran los nocturnos, que consistía en cazar a los trenes expresos… Esos que comenzaban el viaje al caer el sol o en plena noche y llegaban al destino a primera hora de la mañana. Los expresos nunca defraudaban; además de los típicos coches de asientos de primera y segunda clase, solían llevar coches de literas y coches camas.
Los trenes son como las personas; no es lo mismo sacar una foto a un señor que pasaba por la calle que a una estrella del cine. La gente gris son como los trenes de cercanías, que van todos iguales, a las mismas horas y con las mismas ropas. Sin embargo los actores y los cantantes tienen cada uno su personalidad y su propio estilo.
Los expresos son las estrellas de la pantalla; a lo mejor por eso Renfe los llamó precisamente así, Trenes Estrella o Estrella a secas. Y es que dependiendo del destino cada uno de ellos era distinto del resto.
Algunos expresos, como el de Coruña llevaban un furgón generador de color gris, furgones porta coches y furgones de correos que eran oficinas móviles en las que los funcionarios trabajaban durante todo el viaje clasificando los envíos a bordo. El de Asturias era muy corto, pero llevaba los coches camas más lujosos, el de Barcelona era un Talgo Tren Hotel muy largo con asientos, camas, cafetería y restaurante…
Eran trenes que podían ser tan cortos como el Estrella Atlántico de los días laborables, con sólo un coche de asientos y otro de camas o tan largos como el de Vigo o el de Coruña, capaces de arrastrar 14 coches o incluso más. Ver semejantes mastodontes en acción rompía la monotonía de los trenes del resto del día que eran todos del mismo color y siempre traían las mismas composiciones.
Pero hacer fotos a los expresos no era nada fácil. Como los búhos, las lechuzas y los fantasmas de las casas encantadas, circulaban a unas horas en que la gente normal está durmiendo o de camino al trabajo.
De madrugada sólo podías sacar fotos a los expresos en las estaciones intermedias, y eso sólo era posible si vivías en Castilla o si aprovechabas un viaje y tu familia te dejaba escapar del hotel o del apartamento más allá de las dos de la madrugada, lo que muchas veces era totalmente imposible.
Lo menos complicado para hacer fotos de trenes nocturnos era aprovechar cuando salían de la primera estación del recorrido, que en Madrid, fue durante muchos años la de Chamartín.
Aunque algunos trenes nocturnos también salían de Atocha o incluso de Príncipe Pío, Chamartín era el lugar perfecto si pretendías volverte a casa con fotos de media docena de trenes nocturnos diferentes, pero no era fácil, porque las buenas fotos cuestan:
Los trenes parados en el andén daban mala imagen porque los viajeros, con su absurda manía de caminar con el billete en la mano o con su familia despidiéndose de ellos te estropeaban la foto.
Era mejor disparar desde la parte final del andén en el momento en que el tren echaba a andar porque quedaba sólo lo que habías venido a ver; los viajeros ya estaban todos dentro y los acompañantes se quedaban en la zona de las escaleras, dejándote la imagen perfecta para la foto. Además, los expresos arrancaban poco a poco, lentamente y no empezaban a correr de verdad hasta que no habían pasado por la playa de vías; así, aunque no hubiera mucha luz, si eras un poco hábil, podías sacar fotos muy bonitas.
Ya que todos los trenes interesantes salían de la misma estación en la misma noche, lo ideal era sacar fotos a más de uno, pero no era sencillo porque salvo los trenes de París, que salían a media tarde y el de Ferrol que lo hacía poco antes de las diez de la noche, el de Cádiz y Málaga, el de Barcelona, el de Coruña, el de Lisboa y el de Asturias, Cantabria y País Vasco, salían de vías muy distintas casi a la misma hora con una diferencia de escasos minutos.
Tocaba organizarse bien y tener muy claro cuánto merecía la pena cada tren, a qué vías ir a sacar las fotos y por dónde podías correr para llegar en el mínimo tiempo posible, teniendo en cuenta que de vez en cuando te sorprendía la presencia de algún tren raro que no habías previsto que llegaría y al que, por supuesto, también había que sacar alguna foto.
Era un arte aprovechar bien el tiempo de la sesión de fotos para llevarte los mejores recuerdos en una sola tarde y por eso nos lo tomábamos casi como un deporte.
Días después, con los carretes ya revelados, porque antiguamente no era posible ver las fotos en el momento de hacerlas, quedábamos en el local de la asociación o en el bar del museo del ferrocarril a enseñarnos los trofeos de la cacería.
El tiempo pasó… más rápido de lo que me habría gustado…
En esos años locos de trenes, fotos y recuerdos tuvimos que enfrentarnos a otros retos que también tiene la vida, como son los estudios, los primeros trabajos, las amistades, las opciones de vivir en otros lugares… Muchas de las oportunidades que te da esta vida son como los trenes expresos de nuestra tarde en Chamartín… Resulta que no son para siempre; es cuestión de pensar muy bien qué trenes quieres fotografiar y tener muy claro a qué trenes es mejor renunciar. No tienes todo el tiempo del mundo. Los trenes van saliendo y no vuelven más.
¿Sabes? Muchas veces pienso que la vida es como una tarde en Chamartín. A veces consigues las mejores fotos si en lugar de echar a correr de tren en tren como un loco, te planificas, te mentalizas y eres capaz de trazar un plan para irte de este mundo con el carrete bien lleno de experiencias.
Si hay algo que la vida me ha enseñado es que duele más aquello que no llegaste a hacer por miedo, vergüenza, cobardía o pereza, que lo que hiciste, aunque al final creas que te ha salido mal.
Ver las fotos de tu amigo del Estrella Costa Brava que esa noche circulaba con un coche camas T2 recién pintado y saber que no pudiste llegar a apuntarle con tu cámara por haber seguido una estrategia equivocada duele, pero duele mucho más tener que aceptar una vida triste y gris por no haber tenido el valor de escoger el otro camino que deseabas porque te dijeron que era imposible o porque tenías miedo de defraudar a tu familia… o, simplemente porque creías que eso no era para ti.
En el capítulo de hoy hablaremos de una parte muy importante de la vía, que son esas piedrecitas que llamamos balasto.
En la sección de seguridad te hablaré del libro de los muertos, que es como se conoce a los reglamentos de circulación, porque se escribieron de la misma manera que se esculpen las estatuas de mármol, partiendo de un bloque que poco a poco, martillazo a martillazo se va refinando en un camino sin fin hacia la perfección; cada martillazo viene de un error; de un incidente o de un accidente con muertos. En el capítulo anterior te describí el bloqueo telegráfico por vía doble con un error aparentemente inocente… Hoy te demostraré que a veces el orden de las instrucciones, una coma o una palabra mal usada puede suponer la diferencia entre la seguridad y el caos.
En un nuevo capítulo de historia disfrutaremos conociendo lo que fue la Compañía Internacional de Coches camas, cómo apareció, hasta dónde llegó y cómo terminó.
Eso nos llevará a querer viajar en uno de esos expresos que tantas veces fotografiamos en Chamartín o de esos otros trenes de lujo que por suerte todavía funcionan, como el Transcantábrico, del que hoy te hablaré de la tercera etapa de nuestro viaje del año 2007 en la etapa entre Bilbao y Santander.
Para terminar iremos con la foto del día que, como siempre, trataré de describirte para que la puedas imaginar y para que luego la puedas ver en nuestra web, que es montefaro.eu/entrenescuchen, o en nuestras cuentas de twitter y telegram.
Vive, disfruta del tren y de la vida. Intenta pensar que nuestro ciclo vital en este mundo es muy parecido a una tarde cualquiera de Chamartín en los años 90.
Si todavía tienes tiempo y quedan trenes por salir, ve corriendo, vive la experiencia, saca todas las fotos que puedas y disfruta… disfruta a todo tren, porque mañana ya no podrás hacerlo. Recuerda… no hay peor decisión que la que no fuiste capaz de tomar.
Capítulo 6
Marche el Tren.