Los planes se van al garete. Habíamos previsto tener ya la primera versión del plano del arquitecto para pedir presupuestos a constructores locales. Comenzamos abril y no tenemos nada. La impaciencia no tiene por qué ser algo negativo; por sí sola es inofensiva y lo único malo es el tiempo perdido que, por suerte o por desgracia, no dedicaremos a aburrirnos. No. Este retraso no es más que la punta de un iceberg de dimensiones brutales que combina las consecuencias del final de la pandemia de Covid-19, la invasión rusa de Ucrania y la gestión que están haciendo la UE y el Gobierno de España de todos estos problemas.
Con el IPC a punto de alcanzar las dos cifras, los transportistas autónomos en huelga, los precios de los combustibles casi al doble de lo que costaban hace justo un año y la subida brutal de la electricidad, nos vamos a encontrar con un escenario muy diferente al que esperábamos cuando comenzamos el proyecto de la casa en Los Oscos. Por poco que nos afecte, todas estas contrariedades pueden suponer la suspensión definitiva del plan. Y mientras los días pasan, los precios siguen subiendo, la precariedad se instala en el día a día y comienzan a surgir otros problemas que ya creíamos resueltos con la sociedad del bienestar.
Por si fuera poco, las condiciones laborales se están recrudeciendo, las energías no dan para tanto… y las espectativas de llegar a una meta como consuelo ante tanto problema comienzan a desdibujarse. Lo cierto es que no sabemos ni cuándo volveremos a Asturias. En los peores momentos, cuando la adversidad te pone en guardia, el consuelo suele consistir en pensar en un futuro a medio plazo en que la mayoría de los problemas se resolverán.
Lamentablemente, cada nuevo día que pasa surgen nuevos problemas, nuevos interrogantes, nuevos retos, los marrones se acumulan y amenazan la moral. He esperado cuatro días a escribir este post porque no es la primera vez que me ahogo en un vaso de agua y el optimismo vuelve después de haber dormido bien. Ya tengo miedo de encender la radio porque lo que ayer parecía gris hoy se vuelve negro y mañana no mejorará. Mi único consuelo es que no somos los únicos a los que les está pasando todo esto y tampoco lo que peor están. Quiero creer que esta sociedad no se quedará de brazos cruzados y hará algo para salir de este agujero en que nos están metiendo. Y si no sale, los arquitectos, los constructores, los albañiles y los informáticos tendrán que seguir viviendo de alguna manera. La vivienda sigue siendo una necesidad que habrá que satisfacer tarde o temprano.
Quizá este retraso no sea más que el prólogo de un parón mucho más largo. Y mientras tanto, la casa en ruinas seguirá cayendo lentamente sin que podamos hacer nada para evitarlo.