Es el fin

La escasez de gas y petroleo derivados de la invasión de Ucrania por parte de Rusia a principios del año 2022 provocó un incremento del precio. En cuestión de semanas los productores repercutieron el coste en sus productos y los precios se dispararon provocando una inflación superior a la de la crisis del petroleo de los años 70. Los precios de la luz eléctrica también subieron considerablemente, también muy por encima de los sueldos, haciendo que las clases medias y bajas empobreciesen de la noche a la mañana.

Cuando los precios se disparan los dos únicos remedios son devaluar la moneda o subir el precio del dinero. Devaluar la moneda puede ser efectivo cuando el aumento de los precios se debe a un motivo temporal, pero no es el caso. Los bancos centrales decidieron subir el precio del dinero por dos motivos; por una parte cuesta más pedir un crédito, de forma que la población sólo los pedirá para cubrir gastos imprescindibles y por otra será más rentable ahorrar; estos dos puntos hacen que la población deje de gastar su dinero y quiera ahorrar. Se supone que así, los provedores van a tener problemas para vender sus productos y tarde o temprano se verán obligados a bajar los precios o a cerrar sus negocios.

Todo este follón nos pilló buscando un constructor que quisiera hacer la obra de la casa. Teníamos la esperanza de que los precios no afectasen tanto a los materiales porque tenemos la intención de usar productos locales. Sin embargo nos llegaron dos de los tres presupuestos que habíamos solicitado y las cifras vinieron cargadas de un agrio regusto a realidad.

Los números nos dicen que si nos endeudamos hasta las cejas podríamos comenzar la obra y dejar una parte de la casa en condiciones, pero no habitable, pagando un precio muy superior al que nos habría llevado terminar la construcción entera. ¿Merece la pena?

No. No merece la pena. Aunque algún día éste será nuestro hogar, seguimos viviendo en otro lugar, habremos de hacer frente a gastos inesperados y seguramente tendremos que reservar todo lo que tenemos para salir adelante. No somos pobres, tenemos lo suficiente para vivir dignamente e incluso satisfacer algunos caprichos, pero no podemos permitirnos este esfuerzo económico y mental sin comprometer seriamente nuestra forma de vida.

Sin embargo hay premio para los que ahorran. En lugar de tirar el dinero indiscriminadamente trataremos de preparar nuestras reservas para tenerlas disponibles en cuanto pase el chaparrón. Hablamos de cuatro o cinco años, quizá más. Es probable que en ese tiempo, con la edad de jubilación más cerca, pensemos en vender nuestra casa actual y acometer la obra totalmente. Es un fastidio, sí… un quebradero de cabeza, una molestia menor al lado de otras familias que tendrán auténticos problemas no ya para comprar una casa, sino para mantener la que tienen.

El nuevo objetivo es tratar de detener la ruina de nuestra propiedad dejándola en un estado decente hasta que tengamos la capacidad de hacer la obra. Por eso este post seguirá activo. Todavía hay mucho que contar, aunque lamentablemente no serán las noticias que querríamos compartir contigo.

Hay que estar a las duras y también a las maduras. Sería irreal mantener esta serie sin contar también todo aquello que supone un contratiempo o una patada en el estómago.

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