Un proyecto, un principio

Después de la visita al notario, después de saber lo que costaría rehacer la casa entera, después de comprender que sólo los trámites de la parte fácil supondrían muchos quebraderos de cabeza, emprendimos el camino de vuelta hacia la ruina porque todavía nos quedaba una cita con un arquitecto de la provincia que nos había convencido bastante por teléfono. Necesitábamos que lo viese con nuestros ojos y nos confirmara si era o no una locura lo que pretendíamos.

Parte de la primera planta de la casa grande

Tras recorrer la zona haciendo mediciones y después de que estuviese garabateando los valores y las proporciones en un cuaderno que llevaba, el arquitecto nos confirmó que la casa tenía muchas posibilidades y que la intervención sería costosa; muy costosa, para nosotros.

Como no quería hacerle perder el tiempo le confesé las cifras que manejábamos y la idea que teníamos. Él paró un momento a hacer unos cálculos mentales, volvió a mirar la casa sin dejar de tomar notas y nos confirmó que se podía intentar. Evidentemente no hay que pretender lo que no se puede pagar y, si se asumen los sacrificios que habría que realizar, cabía la posibilidad de hacer algo interesante que supondría un primer paso en tierra firme.

En un primer acercamiento, lo que hiciéramos se tenía que centrar en una de las dos casas. Como la grande era tan descomunal, debíamos centrarnos en la otra. Dando por hecho que había que rehacer el techo, todavía quedaban un par de cuestiones graves: La pared de piedra que daba al oeste y parte de la del norte estaban levantadas contra el terreno, lo que acabaría siendo una fuente importante de humedades, sobre todo en esa zona tan lluviosa. Ambas tenían pocos vanos (ventanas) para la superficie interior de la casa y, aunque la solución de poner claraboyas siempre era posible, resultaría extraño vivir en un lugar tan cerrado. Además, aunque retirásemos parte del terreno de las paredes, al estar en pendiente, era posible que con el tiempo volviese a asentarse contra la casa volviendo con las humedades.

Entonces se le ocurrió una idea feliz que, antes de decirnos nada, empezó a dibujar en la misma libreta. Se trataba de vaciar la casa totalmente y construirla nueva, pero dejando esas dos paredes fuera. Sería una casa más pequeña, con muchas ventanas a un patio que se formaría con la antigua pared norte. De esta forma quedaba una vivienda más reducida (de 100 a 70 metros cuadrados), más luminosa, sin humedades y totalmente funcional. Había que hacer cuentas para saber si la operación se podía realizar.

Ahora estamos esperando a que nos dé una cifra. Si las cuentas salen podremos levantar nuestra nueva casa que, en los próximos diez años será una vivienda para pasar las vacaciones y después se convertirá en el salón – cocina de la nueva casa, dejando dormitorios, baños y el resto de lo que teníamos proyectado para la casa grande.

Esta pared y su ventana quedarían convertidas en una especie de muralla para apartarnos de la humedad
Es tradición de la zona que todas las casas tengan un horno de leña. Evidentemente lo conservaríamos.

Dar este paso es como tener billete en una montaña rusa. Hoy estamos hundidos, mañana nos comemos el mundo y el día siguiente volvemos a caer. Creo que el arquitecto tiene ganas de hacer algo interesante y no precisamente por el dinero que ganará con nosotros, sino porque es algo diferente que puede abrir puertas a futuros clientes que quieran reconstruir viviendas tradicionales en una zona tan bonita como ésta. Que al menos él tenga fe en el proyecto es una buena baza para seguir adelante.

Me gustaría decir que todo está decidido y que nos tiramos a la piscina. Planeaba hacerlo en este mensaje y, me temo que será más adelante.

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