La primera impresión al ver la casa en vivo en septiembre de 2023 fue de desolación. La casa es la que es, con sus muros agrietados, las ventanas destrozadas, parte de las piedras perdidas por el terreno… Hay que tener mucha imaginación para ver en el edificio ese proyecto que se supone que queremos conseguir. Ya no hablo de la domótica, ni de la calidad de los suelos, ni de la calefacción. Todo eso queda tan lejos que es fácil deprimirse y olvidar por un tiempo el proyecto hasta que vengan momentos mejores. Sin embargo el efecto negativo se pasa en un par de horas, cuando el cerebro ya se acostumbra a procesar lo que ve e intenta ver un poco más allá de lo que hay. No se puede negar que la casa tiene muchas posibilidades y que, con ganas, paciencia, esfuerzo y mucha imaginación, se puede conseguir que este sueño se haga realidad.
Teníamos prisa, poco dinero y poca experiencia. Una combinación muy mala para comenzar. La prisa nos ha venido impuesta por el estado en que compramos la casa y por lo que ha hecho con ella el paso de los dos años que llevamos siendo los dueños. Se vinieron abajo partes enteras del tejado, acumulando restos de vigas, pizarras y escombro sobre parte de la estructura, amenazando seriamente con sobrecargar las vigas del forjado que seguramente no estaban preparadas para soportar semejante carga. Cada lluvia, cada helada, cada día de calor estaban haciendo mella en los muros, agrietando todo el conjunto. Era evidente que si no poníamos remedio, nos quedaríamos sin la casa principal, que era la que pensábamos dejar para el final de la obra.
Pero la prisa nos hizo dar con un buen especialista en tejados que, además, está abriendo nuevas opciones para convertirse en constructor. Unos amigos del trabajo le habían contratado y, salvando pequeños problemillas, estaban muy contentos, así que le pedimos un presupuesto que fuese lo más económico posible para rehacer el tejado y sanear lo que peor estaba de los muros. Fue una negociación difícil porque nadie regala nada, pero llegamos a un acuerdo y firmamos un contrato. A partir de ahí pasamos de estar preocupados por la ruina a estar preocupados por los avances de la reforma. Tuvimos problemas burocráticos (permisos de obra), sobrecostes y problemas de comprensión, lo que me lleva al tercer punto… “poca experiencia”, que seguramente ha sido el obstáculo más grande en todo el proceso. No dejo de sentirme culpable por meterme en una obra de esta envergadura sin los conocimientos necesarios… palabras como “zapata, rastrel, thermochip, machihembrado…” que sonaban a chino al final resultan decisivas para comprender por qué unas soluciones cuestan más que otras y qué es lo que necesitas concretamente con el presupuesto que tienes.
Hubo discrepancias entre la estructura de vigas propuesta por el Arquitecto y la que al final implementó el constructor; discrepancias innecesarias; de esas que te frustran, porque no entiendes por qué alguien desoye las indicaciones de quien va a certificar el trabajo. Un largo tira y afloja para dar vida a un cadáver de piedra y madera que a veces parece no querer resucitar.
¿Y por qué seguimos?
Bueno. Creo que la respuesta está en esta foto.
Después de reformarlo todo pretendemos mantener esta ventana con el mismo marco de piedra, con la misma pared, aunque con la cara lavada cambiando madera y cristal por materiales modernos. Y el paisaje seguirá siendo exactamente el mismo. El mismo verde, los mismos árboles, las mismas montañas de fondo, el mismo silencio… la misma paz.
Lo que hoy es un sinfín de quebraderos de cabeza tal vez sea en un futuro no muy lejano un oasis al que escapar del mundo. Un rincón perdido donde el tiempo se quedó detenido hace muchos años.